Muerto Teodosio año 392, el imperio romano se escinde en dos mundos, cada uno de los cuales sigue su propio destino: el uno conserva por capital a Roma, donde reinará espiritualmente el papado; el otro, el imperio de Oriente, se organiza bajo la capitalidad de Bizancio.
Aprovechando los disturbios del reinado de Honorio, emperador de Occidente, los bárbaros acentúan su presión hacia el Oeste. El año 406, alanos, suevos y vándalos cruzan el Rin y se infiltran en Galia. Después, pasan los Pirineos y caen sobre España, donde los romanos se ven obligados a admitirlos en calidad de federados.
A su vez, los visigodos, después de saquear Roma, proponen a Honorio, que habla fijado su residencia en Rávena, conquistar España por s cuenta. En menos de dos años, España, a la que Walia limpió de alanos, vándalos y suevos, volvió a ser provincia romana. En recompensa, los visigodos recibieron el derecho de ocupar Aquitania
España es y seguirá siéndolo durante varios siglos un campo de batalla. Alternativamente, vándalos y suevos hacen en ella sangrientas incursiones. Les hacen frente los hispanorromanos, con la ayuda, intermitente, de los visigodos, los cuales, tentados a la vez por España y por la Galia, cuya parte meridional poseen, y persiguiendo a fin de cuentas la ruina del imperio romano, se procuraban aliados en todos los campos.
El resultado de la invasión de los hunos fue, momentáneamente, la unión sagrada de los occidentales contra aquellos asiáticos. El año 451, la coalición de los romanos, los francos y los visigodos derrota a Atila en los Campos Cataláunicos. Pero esta alianza, reacción vital de los bárbaros contra otros más bárbaros que ellos, duró poco. No tardaron en resurgir las discordias intestinas, los disturbios, los tratados tan pronto denunciados como concluidos, las incursiones militares por los campos de España.
Los visigodos, con su poderoso ejército, habían acabado por imponerse a sus señores los romanos. Cuando éstos acudieron a los mercenarios germanos para defender las fronteras imperiales, ¿tenían idea del precio a que iban a pagar sus servicios? Y ahora, ¿qué emperador en el carcomido trono de Occidente podía impedir que los visigodos se llevaran su parte de la herencia de Augusto?
En realidad, ya no había emperadores, sino unos grises fantoches manejados por el patricio. Así que los visigodos no encontraban obstáculo serio para extender sus posesiones. Entre el Loira y los Pirineos, toda la Galia era suya por el derecho del más fuerte. Le habían agregado el Rosellón y el Bajo Languedoc. Su capital era Toulouse.
En esta situación de sus dominios, los hispanorromanos, ante una terrible ofensiva del rey suevo Remismundo, imploraron la intervención del visigodo Teodorico, el cual supo comprender que, acudiendo en socorro de los españoles, se erigía en soberano de los mismos. Se equivocó a medias. No fue él quien reinó en España, sino su hermano Eurico.
Este primer monarca visigodo en la Península rechazó a los suevos hasta Galicia y conquistó la Tarraconense, la provincia de Cartagena, la mayor parte de la Bética, casi la totalidad de Portugal, Aragón, León y las dos Castillas, mientras los vándalos y los alanos pasaban a África. Al mismo tiempo, el año 476, el jefe de los hérulos, Odoacro, destrona en Rávena al último emperador de Occidente, Rómulo Augusto.
Esta vez el imperio romano estaba bien muerto. Los monarcas godos iban a gozar del poder. Eurico, el Clodoveo visigodo, regentaba un Estado que se extendía desde el Loira hasta las Columnas de Hércules. Pero sus ambiciones iban aún más lejos. El bárbaro soñaba con una monarquía gala centrada en Toulouse. España no era para él más que un anexo de su futuro reino. La suerte dispuso otra cosa.
Favorecido personalmente por la fortuna de las armas, Eurico encontró la desgracia en su hijo Alarico II. Este reyezuelo mediocre y rencoroso fue derrotado por Clodoveo en Vouillé el año 507. Acontecimiento capital que, afianzando la dominación de los francos en Aquitania, obligó a los godos a replegarse a España. No hay, no habrá jamás rey de Francia godo.
Ni tampoco habría habido jamás rey de España godo si, después de la catástrofe de Vouillé, Teodorico el Grande, el poderoso jefe de los ostrogodos de Italia, no hubiera tomado bajo su protección al infante Amalarico, hijo de Alarico II. Sus ejércitos contuvieron a los francos y aseguraron a los visigodos el dominio de la Septimania (Pirineos Orientales, Aude, Hérault y Gard) y de sus posesiones españolas.
Eurico mata a su hermano Teodorico II para ocupar su puesto. Amalarico es a su vez asesinado por Teudis, que resulta un rey activo y hábil. Muere a manos de Teodiselo, su fiel lugarteniente, que reina por poco tiempo, pues muere también de muerte violenta, dejando a Argila la corona visigótica. Se le enfrenta un noble godo,
Atanagildo, aliado del emperador Justiniano. Mientras el ejército bizantino conquista sin guerrear el litoral mediterráneo, Atanagildo aplasta a las tropas de Argila, que muere a manos de sus propios soldados. Atanagildo es el único que muere de muerte natural. Este hecho merece ser señalado, pues hasta entonces no hubo sucesión que no se debiera al crimen. El doloroso alumbramiento de la monarquía visigótica estuvo presidido por la sangre y la cuchilla.
Un suceso en Tiempo de los Godos: Gelesvinta la Princesa Estrangulada