El Papa de Peniscola

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Cuando se estaba preparando la unidad española, acababa de lograrse la del mundo cristiano, comprometida durante algún tiempo por el Gran Cisma de Occidente.

Retrocedamos un trecho. Es papa en Roma el italiano Urbano VI. Y es papa en Aviñón el francés Clemente VII. El rey de Francia, Carlos V, partidario de Clemente VII, consigue la adhesión de Aragón y de Castilla. Inglaterra y Portugal apoyan a Urbano VI. Al morir Clemente VII, interviene Aragón en la discordia pontifical.

El difunto papa de Aviñón es reemplazado por Pedro de Luna, cardenal aragonés, que toma el nombre de Benedicto XIII. Toda España está con él. A punto de caer prisionero en Doms, le salvan soldados catalanes. Este pontífice tozudo, seguro de su derecho, se apoya en las armas y en el prestigio de los príncipes ibéricos. Pero su mejor propagandista es Vicente Ferrer.

Vicente Ferrer, que nació en Valencia y murió en Bretaña, re corrió sin tregua los caminos de la Europa occidental Francia, Italia, Suiza y Flandes predicando y convirtiendo. Convirtió a la fe católica a centenares de millares de almas y administró el bautismo por legiones. No hablaba más que el valenciano y, sin embargo, su voz cálida y hábil conmovía a cuantos le escuchaban incluso a los judíos y a los árabes.

Desempeñó un papel muy importante en la elección de Fernando de Antequera para el trono de Aragón. Pero lo más emocionante de su vida es su fidelidad a Pedro de Luna, al que defendió y legitimó con sin igual constancia.

Mas a pesar del apoyo de Aragón y de la tenaz elocuencia de Vicente Ferrer, Benedicto XIII se ve obligado a abandonar Aviñón. El concilio de Constanza depone a los dos papas y procede a elegir a Martín V. Esto acaba con el cisma. Pero no con la resistencia de Pedro de Luna. Ni ruegos ni amenazas hacen ceder al soberbio aragonés. En 1414, acompañado por dos cardenales que han seguido siéndole fieles, se refugia en Peñíscola, la Cartago Vetus de Amílcar. Acampa su curia en el peñón barrido por el mar. Y allí morirá, en una orgullosa e intransigente soledad.